en mi memoria no era la ciudad,
era el ángelus de alguna iglesia
que respondió invadiendo la
soledad nocturna, con una
compasión silenciosa.
si estuvieras a mi alcance
tomaría tus manos. como
un loco abandonado en las
auroras que atraviesan el cielo.
o haría mía tu premura.
para soñar quedaba un jardín.
el parque de zayas, era
ideal para pedir un deseo.
para escribir un verso sáfico
que diga, remanso de quietud
yo te bendigo, o que me abriguen
tus abrazos llenos de antojos,
de crisálidas asustadas bajo
las lámparas. y tenía los ojos
cerrados porque hay veces que
es demasiado tarde, y la brisa
corta los sueños esas señales
ambiguas del amor que
algún día me desnudaran sus
aguas, los olores a madera,
la fuente de los ocasos.
y bastarán los rayos de luces
y la soledad que hiela en diciembre.
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