jueves, 18 de mayo de 2023

añoro aquel apartamento



añoro aquel apartamento de

techos bajos, en el vedado,

su sala de olores a incienso,

a humo de cigarrillos.

quizás era domingo al anochecer,

cuando los gorriones

abandonan las calles.

no recuerdo si había cortinas

rosas, sucias o solo el balcón,

y los árboles afuera.

también un tocadiscos con

silvio o pablito, que hablan

de sus obsesiones, de sus pasiones,

ingenuos de todo lo que les llena.

despliegan su miseria y esplendor.

todo en torno, eran desfiles,

actos de repudio; las trompetas

en la plaza, como un juicio final.

durante un tiempo esas fueron

las canciones nuestras, o

de los suicidas que se nos

mueren en ocasiones,

mientras nos reunía

el crepúsculo, previo a la poesía.

aún me detiene un poema tuyo

que habla de parábolas, de

tu otro yo, en una segunda vida, 

o una familia, una estirpe,

de libros que aún no escribes.

como el último canto de neruda.

recuerdo también una noche,

un beso, de los reales, aún ausentes,

que reunía por enésima vez

nuestros labios, al ritmo

de los heterónimos más

innombrable de tu poesía.

incluye mi recuerdo, aquella noche,

un magnífico cuento

que gira en torno

a nosotros, al lenguaje grosero,

un relato lisérgico. recién

nos leímos rayuela creo.

era una especie de disolución del yo,

aquel ochenta y pico.

entonces tú gemía en silencio.

una vez, soñaste con una mujer

que intentaba amarte a la intemperie

como una metáfora de tú propios deseos.

pero las mareas de los años

surcan los caminos. tú solías

decir mi nombre, como un olvido,

o despeñadero de flores húmedas.

ya sé que eran otros tiempos

pero a los treinta años, uno transita

por estos poemas, no significa

necesariamente que existen otros tiempos.

una poesía de ciencia ficción,

ni las epifanías, ni siquiera la muerte.

o el perdón de nuestros pecados.

En mi memoria.


en mi memoria no era la ciudad,

era el ángelus de alguna iglesia

que respondió invadiendo la 

soledad nocturna, con una 

compasión silenciosa.

si estuvieras a mi alcance

tomaría tus manos. como

un loco abandonado en las

auroras que atraviesan el cielo.

o haría mía tu premura.

para soñar quedaba un jardín. 

el parque de zayas, era 

ideal para pedir un deseo.

para escribir un verso sáfico 

que diga, remanso de quietud 

yo te bendigo, o que me abriguen 

tus abrazos llenos de antojos, 

de crisálidas asustadas bajo 

las lámparas. y tenía los ojos 

cerrados porque hay veces que 

es demasiado tarde, y la brisa 

corta los sueños esas señales 

ambiguas del amor que

algún día me desnudaran sus

aguas, los olores a madera,

la fuente de los ocasos.

y bastarán los rayos de luces

y la soledad que hiela en diciembre.