nuestras lágrimas serán,
salitre tangible,
calles vacias,
desfiles retorcidos,
cubiertos de discursos
hasta el delirio para
dejarnos dolores desconocidos
abismales.
incluso los muertos,
asomados al abismo
de los años
en el humo de mi isla
que flota, violenta,
con la soledad de ciudades
apagadas, y la pasividad de
olores, de mieles, olvidadas.
el viento acuna
con su ingravidez
los alamos de
prado y virtudes
las voces
llegan desde tan lejos
una mezcla densa, y el olor
de una quemadura de asfalto
donde está una ciudad
que no existe.
un dolor sordo que
rasga, que no admite
remedios caseros
cuándo, los fantasmas
de las putas de la calle Colón,
en una realidad que no existe,
me agarrarían, para abrazarme con
clemencia, o con la inquietud
de quien necesita seguir adelante,
hablan sobre la desilusión,
evidencian el fin,
las desesperanzas
la emigración silenciosa.
una mujer grita
la vida no era esto,
una anomalía
alguien que desafía la ley
la realidad
aquí es como cuando
ausencia de amor cómo será,
pregunto o la inquietud
de quien necesita seguir adelante.